Leila Abidar García

Las comadres confidentes suben sigilosas a la azotea quieren charlar con urgencia, allá arriba nadie las  escucha lo que a gritos y quejadera quieren poner sobre la mesa. Hablan de la del 1ero y su marido que a altas horas llega, sobre la del 3ero  y la “múltiple y variada” visitadera; de la del 6to, la misteriosa,  que no habla con nadie y es muy recelosa;  y de la gran trama  de la 5ta planta, puerta con puerta parece que se intercambian. Pudorosas las chismosas criticando se recrean, y quedan en verse a las 4 en la iglesia, para confesar sus pecados y múltiples penas. Luego de 10 padres nuestros y 20 ave marías, mañana pecaran de nuevo,  esa azotea esta maldita!. atrae a las pecadoras  como agua bendita.

Cuando lo que fuiste  ya no importa,  cuando lo que sabes  no tiene aprecio, cuando te convierten  en un simple estorbo,  bien puedes ya irte y nadie extrañara tu ausencia, te llevaras  todo lo que aun sentías todo lo que aun podías todo lo que aun valías. Cuando hablas y pocos sin interés te escuchan, cuando callas y no comprenden tu silencio, cuando opinas y no vale lo que dices, cuando sonríes y no entienden tu mueca, es que ya tu ausencia comienza aun estando presente. Cuando miras al vacío y ponderas, qué tan profundo caerás, cuando la ilusión aun queriendo te es arrebatada dejándote sin alas para volar, lanzarte comienza  a ser una quimera por muy oscura que sea.

No, no me encuentro, ahora mismo estoy perdida, sin brújula sin espacio, con los afectos lejos con los afanes estancados, con los miedos hospedados, con las ganas huidas espantadas de tanto descalabro. No, no me hallo, hasta el espejo  de mí se ha olvidado, Juntos, revueltos los fracasos,  los miedos  los intentos,  aderezados por la incertidumbre,  por el estar aquí sin querer y no estar allá aun  queriendo. La nostalgia es el perfume,  la distancia de los abrazos  la pesadumbre…  demasiado pesan los días,  los sueños aplazados. Necesito encontrar el rumbo alzar mi vuelo por encima de los miedos, encontrar en el viaje los sueños escapados, dejar atrás los imposibles borrando distancias y atrapando besos nuevos

Hice la maleta, para un viaje de ida y vuelta, con ropa de invierno. Salí de mi casa sin despedirme, dejándola algo caótica consecuencia de los días acumulados sin electricidad; les dije a mis mascotas “ya vuelvo, pórtense bien”, sin embargo, dentro de mí no quería regresar a ese desastre continuado, a esa vida de desgaste impuesto, de imposibles cotidiano, de un cuesta arriba incesante; hice la maleta sabiendo que regresaría aún sin quererlo. Me tomaría este viaje como una pausa necesaria, una burbuja de oxígeno para respirar de nuevo, un oasis en medio del desierto para calmar mi sed de libertad así fuera momentánea, mi sed de normalidad, mis ansias de sentirme activa trabajando en mi sueño. Cerré la puerta pensando en volver, no me despedí de mi jardín, ni de mis ventanales, mucho menos de amigos y vecinos... Emprendimos el vuelo, sin saber si retornaríamos;  tardamos una semana en recuperarnos de tanto sinsabor acumulado, de tanta indignación tragada, de tanto maltra

Tallada en el muro del que fue su vecino esta la sombra de un edificio, ha sido demolido con todos los sueños  y sustos incluidos. En los escombros revueltos van lágrimas y suspiros, gritos, ansias  y hasta la lujuria  que escandalizo en su momento a más de un vecino. Las ventanas sin miradas sin paisaje, sin alba sin ocaso, sin luna,  sin cielo estrellado, bajaron el telón obligadas cerraron el escenario, y para siempre  quedaron clausuradas. El solar vacío  sin risas, sin ganas, sin prisas, cimientos enterrados testigos de nada, espera silencioso le devuelvan la gracia de albergar escenas de una cotidianidad soñada. de hermosos amaneceres llenos de esperanza. Tatuado ha quedado el recuerdo rasgado...