LA ALGARABIA TAMBIEN HIZO LAS MALETAS

No me gusta viajar en días feriados, especialmente en carnaval y semana santa, siempre evite estas fechas prefiriendo quedarme en casa disfrutando de la familia, preparando comidas deliciosas, quedarme en pijama y ver películas hasta las tantas, terminar de leer aquel libro, etc. Los destinos preferidos en esas fechas por los maracuchos eran la Puerta, la Mesa, Mérida y las playas de Falcón; yo me aventuraba en feriados bancarios o fines de semana ordinarios; evitaba el  bululú de esos días en aquellos sitios, que colapsaban con tantos visitantes, donde el escandalo maracucho ocupaba las calles, las plazas, las blancas arenas de las playas, en donde la serenidad del falconiano y la parsimonia andina se veía sobrepasada por el agite marabino…,despectivamente decían “la invasión maracucha” y en aquellos tiempos de abundancia poco se apreciaba como nuestra visita generaba recursos extraordinarios que les permitían vivir en las temporadas bajas. Es cierto, que a veces, alguno se pasaba de maraca, pero generalmente, solo era la algarabía propia del disfrute de un paseo con familiares y amigos.

Como todo ha cambiado, incluyendo mi vida, con los hijos lejos de casa y bajo perfil en el trabajo, con tiempo de sobra y aburrimiento acumulado, acepte una invitación contrariando mis principios vacacionales de “no al bululú” y me fui para la Puerta con un maravilloso grupo de amigos.

Me encanta viajar por carretera, ir de copiloto me permite disfrutar del paisaje, llevar la cámara fotográfica lista para capturar las sorpresas del camino, para disfrutar de un con leche, de una cachapa con queso y nata, de unas arepas rellenas con todo; de ir chucheando  el carro con chocolates y cocosettes, platanitos y papas fritas, pendiente de que la caravana no se separe, y en estos tiempos, más aun ante el peligro por la inseguridad que suponen algunos tramos, porque ya no es como antes, en que yo viajaba sola o con mis hijos en el carro, Venezuela ha cambiado…es totalmente insegura, y como no queremos que el miedo nos paralice, seguimos circulando a pesar de todo.

En este viaje, primera sorpresa, no había tráfico…, y es que claro, la depresión económica agobia, la falta de efectivo limita.

Llegamos sin contratiempos a nuestra amada Puerta, el clima delicioso, el cielo azul, los montes verdes, las hortensias y geranios adornando los muros de piedra, el musgo de los pinos bailando suavemente, las acacias en flor contrastando, el olor de los Andes invadiendo todo…el Hotel Guadalupe como icono recibiéndonos y el campanario de la Iglesia adornando el paisaje. Adoro esa calle que sube, esa calle que baja, la plaza y sus vendedores ambulantes, las fresas con crema, los duraznos colgando en los tarantines…el caminito de la Puerta, del Hotel a la Plaza, transitado tantas veces, de niña corriendo, de joven enamorada y ahora casi sin aliento en las subidas jajajaja y rodando en las bajadas. Hoy toda esta belleza luce solitaria, con locales cerrados, calles despejadas, sin bochinche, sin jóvenes en la plaza, las ventas de artesanía vacías, hasta yo deje de visitarlas, para que acumular más, si de pronto tengo que dejarlas, porque ya no hay espacio en las maletas para tantos recuerdos…

Todo se ve diferente, mis ojos tamizaban la luz de los Andes, miraba el paisaje con nostalgia, agradecida porque aun puedo disfrutarlo quie

n sabe hasta cuándo, tengo amigos que ya no porque se han ido, y es que  la crisis nos desplaza, nos obliga a marcharnos. Miraba a los lugareños y sentía su preocupación, las ventas bajas, casi nulas, la inercia inducida también aquí llego…y como me duele, porque sé que la miseria se agiganta.
Por qué nos pasa todo esto? Por qué no podemos liberarnos de esto que nos ahoga, que nos silencia, que nos borra la sonrisa de la cara y la esperanza del corazón? La miseria avanza con su oscuridad y su inmundicia, transforma las calles en tristeza y oscurana, las paredes sin color hablan de desidia, abandono, los comercios cerrados hablan de desempleo y la falta de efectivo deja colgado los duraznos y las fresas en los mesones, vaciando el optimismo de llevar algo a la mesa de las casas. La algarabia se mudo, creo que tambien hizo las maletas y que no se fue sola...

Miro el cielo azul, las altas montañas, los prados verdes, que seguirán allí, por ahora adornando este tiempo triste que nos toca vivir, pareciera que fueran ajenos a nuestra desgracia, que el país que contienen es un accidente en el tiempo que se traga esta generación, una época de plagas que se devoro el ánimo de un pueblo, que se tragó su grito, su alegría, sus ansias.

No sé cómo podremos como pueblo sonreír de nuevo, cuando sucederá ni como…, hay días que creo que el final está cerca, y otros, en que se ve demasiado lejos. Por lo pronto, los amigos y la familia son el gran refugio, los momentos del compartir, de la solidaridad, de la oración son el alimento del espíritu que nos sostiene.

Quiero que la algarabía regrese, que la plaza este de nuevo repleta y que ríos de gente transiten calle arriba y calle abajo, que los enamorados se besen y los niños corran con globos y algodón de azúcar.



Fotografia tomada en La Puerta, Edo. Trujillo el domingo de carnaval del 2018 a las 11 am 

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