ENTRE MARES


Dicen que en el mar la vida es más sabrosa y aquí estoy ahora, deliciosamente cerca, sintiendo la brisa, su perfume, viviendo cerca de las gaviotas, esas que a veces visitan la azotea del vecino para compartir alguna presa o para algún ritual que solo entienden ellas; con una suave y placentera caminata de 30 minutos, entre árboles y flores, caminando sin miedo, sin prisas llego a la orilla del Mediterráneo, a sus playas repletas. Yo nací cerca de un lago, un gran charco de agua dulce con una pequeña salida al Mar Caribe, conocida como la barra del lago de Maracaibo, dragada para que puedan pasar buques de gran calado, tanqueros especialmente; un lago con una de las mayores reservas de petróleo bajo su suelo siendo algunos de sus adornos las grandes plataformas petroleras, gabarras y oleoductos. 

Por años mi vista se deleitaba con el marullo de mi lago amado, con el vuelo de los buchones y sus zambullidas, danzando entre las redes de los pescadores, tomando como botín lo que en ellas no cabía. Me maravillaba el equilibrio de aquellos hombres sobre sus frágiles piraguas, desplegando la red con cantos de esperanza. De niña llegue a bañarme en sus aguas, siendo típico salir con la planta de los pies con una que otra mancha de oro negro. Sus orillas están engalanadas de esbeltas palmeras, grandes cocoteros que se mecen al antojo del viento, a veces del noreste, a veces del sur, por ciénagas misteriosas visitadas por flamingos y garzas, manglares tupidos de verde profundo contrastando con el inmenso cielo azul y para más belleza, haciéndolo único, por las noches, si miras al sur, ves el relámpago del Catatumbo, nuestra otra maravilla, mientras más te acercas al Congo Mirador más intenso, más impresionante el espectáculo natural de luces. 

Transitar el puente provocaba cantar una gaita zuliana, protestar a viva voz al ritmo de los furrucos y tambores; ver desprender el sol en las mañanas bañando con fucsias y naranjas tornasol sus aguas era mágico, era fascinante ver como iba vistiendo de colores mi lago de seda en el caliente y húmedo mes de agosto, donde su extrema quietud anunciaba que ese día, el catire colgado en el cielo manifestaría su sentimientos con más ganas... no en vano Maracaibo es "la tierra del sol amada”. Son éstas pequeñas estampas de mi tierra, del lugar donde orgullosa y felizmente nací. Fue la tierra escogida por mis padres, la tierra destinada para mis andanzas.

En cuanto al mar, me atrae, me embelesa y al mismo tiempo
, sin saber por qué me intimida, es como ese sentimiento de querer enamorarte de nuevo y temer sufrir. Un sueño recurrente, desde niña, me da pistas de que quizás, en otra vida de las que lleva mi alma acumulada, morí abrazada por las olas..., tragada por esa hermosa masa de azul profundo, quizás sea por eso, y es que aun sabiendo nadar, flotar, las fuerzas se me escapan si no siento el fondo, entro en pánico, el corazón se me acelera y comienzo hiperventilar... algo en mi lo abraza y lo rechaza, necesito mirarlo para sentirme viva, amarlo con distancia, sumergirme en él con reservas; una forma extraña de amarlo y hasta creo que si me volviera enamorar pondría en práctica esta manera, eso de amar con reservas seria mas conveniente, y es que visto lo visto, las entregas incondicionales no me han funcionado...

Mi madre nació frente al Océano Atlántico, en tiempos de guerra y miseria, en aquella Galicia sufrida, de mujeres de luto, de montes hermosos, misteriosos; ella cantaba como los ángeles, bailaba y soñaba con tierras lejanas que la llamaban, que la seducían, allá en el continente nuevo, dónde todo era posible, a donde ya se había ido su hermana mayor. Ella subía al Monte Santa Tecla y alli contemplaba extasiada la inmensidad, se preguntaba si se atrevería como su hermana, miraba al Rio Miño y como éste se entregaba a la grandiosidad sin arrebato, placido y calmo, se planteaba poder emularlo, hacer la travesía sin tanto sobresalto, pero  el océano, en el invierno con sus galernas, abría las contraventanas de su casa y como rocío llegaba hasta su cama y aquel rugir para nada la arrullaba; ella le temía, demasiado, mas aun después de que su primo muriera ahogado;  fue un reto enorme que nadie pensó pudiera alcanzar,  a sus 17 años aventurarse en un barco durante 10 días hasta llegar a costas venezolanas, a ese país que esperaba a todos los que quisieran llegar con los brazos abiertos.

Mi padre nació frente al Mediterráneo, en Saida, Líbano, en el antiguo Sidón, de donde partían mercaderes a recorrer el mundo llevando sedas, especies y purpura; nació sin querer marcharse de allí, en cuna de oro; de joven con sus amigos caminaba por el paseo marítimo, el mar siempre presente en su ir y venir; el destino, los compromisos obligados, la inflexible crianza lo hicieron huir en búsqueda de la libertad; era un hombre inteligente, instruido, que hablaba varios idiomas, que sentía que el amor era algo más grande que una tradición o una costumbre. De pensamiento universal, tímido pero no temeroso, bondadoso, se desprendió de su estatus y en un acto de desobediencia rompió con su destino previamente trazado y se aventuró, llego a América y en un largo recorrido de dos años: Bolivia, Brasil y finalmente Venezuela, haciendo lo de sus antepasados, comprando y vendiendo todo tipo de mercancía, desde telas hasta oro.

Entre mares que se comunican, entre aguas dulces y saladas estaba mi destino, del Mediterráneo azul profundo al Atlántico enigmático e inmenso, de allí al Caribe verde azul, y finalmente a mi Lago, a mi Charco, por la barra, del Golfo de Venezuela al Lago de Maracaibo, todos conectados, todos uniendo sus aguas...haciendo mi destino.

Ahora en este tramo que tránsito, en el que voy acumulando meses, 4 cumplo en este día, esa masa de agua, azul, inquieta por estos días, adornada de gente con y sin bañador, por sombrillas multicolores, veleros, catamaranes, un paisaje idílico propio del verano húmedo y caliente de la ciudad de Barcelona, me acompaña y siento que volví al origen, a esa España distinta que dejo marchar a mi mamá, a ese Mediterráneo que vio crecer a mi papá y donde soñó muchas veces escapar. Vuelvo, sin la ventaja de la juventud de cuando ellos se marcharon, vuelvo un poco derrotada por la tierra donde nací, huyendo de ella y su desgracia, la que he tenido que abandonar dejándolo todo: casa, recuerdos, pertenencias, títulos, logros, algunos sueños atrapados entre las montañas andinas, campanas de viento que no sonaran, otros que quedaron colgados en las paredes, entre las palmas colas de pez y las tamaibas de mi casa…;  mi casa, que ahora esta muda, paredes y cosas la ocupan, cosas que no encuentran sentido, mis mocasines amarillos compañeros de tantas andanzas se quedaron en el closet y cómo me han hecho falta, mis trajes de noche sin brillo, mis hermosos vestidos, mis tacones; mis utensilios de repostería, mis equipos de arquitectura;  la cocina inmensa que tanto amo ya no huele a delicias, el silencio del vacío la ocupa, ... y yo de noche cuando cierro los ojos, la recorro toda, la acaricio en la distancia, le pido perdon por el abandono, le digo que resista...,mi casa era mi refugio, mi oasis, ahora me siento un poco dispersa, tratando de encontrar mi lugar.

Volví a España con forma de mujer, de mujer madura, pero como ellos que se fueron sin nada material; volví con una maleta, como ellos se fueron, y también con sueños, pero además me traje mis proyectos, mis ganas, la experiencia y el conocimiento, preparada para echarle ganas. .. Volví de carne y hueso; cuando ellos se fueron apenas yo era un deseo, un anhelo sin nombre, una semilla sin germinar.

Entre mares que me atraen, mi vida, a veces placida, a veces turbulenta, con deseos de luna llena reflejada sobre el agua, con amaneceres sin bruma ni sobresaltos, solo con el horizonte claro.


Me quedo con esta frase "... Si te enamoras de la soledad te vas a quedar solo..."



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