UN MENSAJE DEL MAS ALLA...

Me pidieron que la cuidara, que debería protegerla durante unos días, a ella y sus cachorros; quien me lo pidió no quería que ella se enterara, debía ser discreto, cauteloso, para no asustarla. El peligro era inminente, nadie se lo imaginaba, solo él podía saberlo y por ello me contactó; sabía donde encontrarme y me sugirió el disfraz perfecto, y a mí me pareció genial aquel camuflaje, unido al hecho de que el color causaría gran impresión haciendo juego con mis ojos. 

Me presenté en aquella casa en la madrugada, la idea era que todo pareciera casual. La casa era hermosa, con un jardín impresionante y dobles alturas; el juego de techos la hacía más imponente, la única objeción era su ubicación en esquina, lo cual complicaba la vigilancia, pero no quedaba otra, debía apañarme. También había un cocker spaniel color caramelo engreído llamado Toby, y una gata  pretensiosa llamada Didi.  Yo estaba ansioso pues no sabía que impresión causaría mi presencia en la acera lateral de la vivienda, hasta que por fin amaneció y vi movimiento, luces encendidas, la sombra de alguien que pasaban de un lugar a otro en la planta alta. Una hora después, ella apareció toda agitada.

Mi amigo me advirtió que tuviera cuidado porque usualmente las 6 de la mañana era la hora de la locura en esa casa, apurando a todos para no llegar tarde, por lo que debía apartarme de la entrada del estacionamiento, porque una vez abriera la puerta saldría desenfrenada. Efectivamente, escuche una arenga que apuraba el paso, tirar una puerta con  gran estruendo, y allí estaban, los tres cachorros listos para el cole: el del medio malhumorado y medio dormido, el pequeño sonriendo y la mayor, adolescente, discutiendo con la madre sobre el recogido del cabello…; Camila, una hermosa mujer, madre de tres, trataba de calmarse ubicando toda la parafernalia dentro del carro: morrales, loncheras, su  bolso, el casco para la obra que inspeccionaba;  así eran todas sus mañanas y ese día en específico, tanto agite hizo que no notara mi presencia. Sin embargo, Miguel el pequeño si me capturó con sus vivarachos ojos negros y lo comentó;  ella mientras retrocedía el carro me miro pero pensó que yo estaba de paso y se marchó sin darle mayor importancia a mi presencia. Allí quede yo, con hambre, sueño, pero atento a mi misión, no defraudaría a mi amigo.

En la tarde cuando regresó, mientras se habría el portón automático se quedó mirándome con asombro de verme aun allí y se bajó del vehículo. Al principio sintió miedo, mi aspecto intimidaba un poco: pelo negro azabache, ojos amarillos pardo, alto, musculoso; empezó a hablarme preguntándome si estaba perdido, mientras me hablaba con esa voz suave, yo fui bajando la cabeza, moviendo la cola, invitándola pues a que siguiera acercándose. Enseguida noto mi collar, de púas por cierto, de esos que usan los tipos malos, quería leer la pequeña placa que guindaba de él. Yo lo permití, por supuesto, debíamos entablar una relación. Mi nombre Roldan, un dobermann de pura cepa. Dejé que me acariciara, me pregunto si tenía hambre y con lo poco que tenia de cola, y mucho swing, le dije que sí, enseguida me hicieron sentir como un rey, consentido por todos;  seguía mirando mi placa preocupada, quería encontrar a mí dueño. 
A propósito mi amigo y yo habíamos colocado el nombre claro, pero no así el número de teléfono que era imposible de leer, esa era la idea, que yo pudiera quedarme allí el mayor tiempo posible, al menos una semana, que era la del peligro inminente. Los niños también me tomaron confianza rápidamente y hasta jugamos en ocasiones, me daban de comer y agua, quisieron que pasara, pero Don Toby no lo permitió, se puso histérico y en resumidas cuentas, yo debía permanecer afuera para ahuyentar al que quería hacerles daño. 

A los dos días llegó, Araceli, la madre de Camila, la forma en como me miró,  me hizo sentir desnudo, descubierto; se dirigió a la hija y le dijo:

- En ese animal esta alguien cuidándote, no es casualidad que este aquí, así que no lo espantes, no sigas buscando a su dueño, deja que se quede. 

Camila obediente asintió con la cabeza y me acarició en señal de un pacto. 

Cada noche la veía como se levantaba en la oscuridad y se asomaba por las ventanas, vigilaba los exteriores, quizás también algo presentía, estar sola en una casa tan grande a veces la intimidaba, protegía a sus hijos y era muy precavida;  y cada mañana seguía  insistiendo con Toby, y ya yo no era tan amigable con él, necesitaba estar afuera, así que le pelaba los dientes y Camila desistía de la idea. Fueron 8 días increíbles, de verdad que mi amigo, su padre, tenía razón cuando me hablo de su hija y su hermosa familia; Araceli sabía que él me había enviado, esa mujer tenía una intuición y un sexto sentido que impresionaba, nada le pasaba desapercibido.

No contare aquí sobre el peligro del cual la protegí, solo les diré, que logre mi cometido, protegí su hogar y esa misma noche me marche. Sé que fue desconcertante, los niños me extrañaban y Camila también, pero tenía que hacerlo, mi tiempo había terminado.

Pasaron varios meses, y Adnan, me pidió otro favor, quería enviarle un mensaje de tranquilidad, y como la experiencia conmigo había sido tan fuera de lo común, me pidió que la visitara. Así que  me volví a disfrazar y me presente a las 2 de la mañana, debajo del farol de su casa y me quede mirando hacia la ventana hasta que ella se asomó y me vio; la intensidad del cruce de nuestras miradas no fue normal. Ella supo que yo no era de este mundo y me sonrió. 

Dejé mi collar en el muro de piedra para que lo encontrara y supiera que no había sido un  sueño, que en realidad sí pasó, como un mensaje del más allá.

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