HOY HACE UN AÑO


Hoy hace un año que cerré la puerta de mi casa, pensando en que regresaba en mes y medio. La razón del viaje era trabajar en el proyecto de mis sueños, pero en ese momento parecía más una escapada  para tomar respiro de un país en donde cada día se hacía más cuesta arriba vivir, así que cerré la puerta y dejé todo en pausa, sería un viaje para preparar la partida definitiva. 

Me costaba dejar mi casa, mi Baalbek adorada, mi oasis. Lo único que me aferraba a mi país era mi casa, la familia y los amigos que aún quedaban. Ya dentro de mi había comenzado a mudar mis ansias, mis sueños, mis anhelos, mis proyectos. Mis hijos hacían vida bajo otros cielos y yo me preparaba también para ello practicando el desprendimiento, por convencimiento y el impuesto por la narco
tiranía, el desapego de lo material, aprendiendo a ser más selectiva, con las cosas y las batallas que debía librar, dejando de acumular y donando lo que ya no necesitaba.

Mientras habitaba en mi país perdido, mi espíritu ya se había mudado al lugar de las palabras, allí me refugié para abstraerme de aquella agreste realidad.  Escribía para desahogar, para recordar, para soñar,  para proyectar; escribía para que la soledad que me acompañaba fuera más un bálsamo que un escándalo. Y así, aun estando en mi casa amada, encontré un lugar para vivir en la escritura.

El proceso de emigrar no tiene luna de miel, ni es color de rosa; es fuerte, rudo, doloroso, se llega con la sensación de pérdida acumulada, dejando recuerdos,  títulos, reconocimientos, logros alcanzados,  archivados en la gaveta del olvido, hay que empezar de nuevo, casi que de cero materialmente, porque lo que no se queda archivado es la sabiduría ganada, los conocimientos aprendidos, los sentimientos vividos, tu calidad humana. En las palabras escritas, durante este año he lavado mis tristezas, matizándolas con ese sabor dulce amargo que te permite pasar el trago; encontré refugio en ellas, paz, abrazos aplazados…encontré mi oasis, mi refugio, mi lugar seguro.

Pero así como digo que ha sido fuerte emocionalmente, al cumplir un año de haber dado el paso, celebro que he avanzado, que me siento cómoda,  trabajando en lo que amo, alcanzando metas; disfrutando del cambio de estaciones y todo lo que conlleva; viendo la oportunidad para nuevos amigos, nuevos aprendizajes, crecimiento.

Y sigo escribiendo, sobre lo que me emociona, me acontece, sobre lo que percibo en otros, sobre la naturaleza, sobre los sentimientos, desde mi nuevo balcón, mi nuevo lugar, mi hogar… porque mi hogar siempre estará donde este yo, porque ya no lo definen muros, paredes, ventanas; mi hogar es donde habita mi paz, mis pensamientos, mis sentimientos, mis conocimientos.

Y por último, si tengo que dar un consejo para los que están por dar el paso, les digo que para lograrlo, debemos saber observar, asimilar y adaptarnos, sin resistencias a los cambios, sin ataduras, sin pesadumbres; al final compensa más lo que ganas en calidad de vida que lo que extrañas. 

Celebro este primer año, con alegría, a pesar del momento que la humanidad atraviesa con   esta terrible pandemia que nos amenaza, que arrebata vidas, que nos obliga a vernos y a cambiar el orden de las cosas, a realmente ver lo que vale la pena y lo que no; que nos obliga a deslastrarnos de tanto ruido mental, de banalidades, de estupideces. Nos obliga a mirarnos  a reorganizarnos, a sacar lo mejor de cada uno de nosotros. Nos han detenido y tenemos que pensar por qué y para qué. Hace un año deje de vivir en un pais que se había detenido y retrocedía a pasos agigantados.  Ahora sé, que vivo en un pais que se ha detenido para protegernos, y que sin duda, luego de ello, saldrá fortalecido. 

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