Emigrar no siendo tan joven





Sentimientos contradictorios nos abordan como pesado equipaje.



Algunos ya  tenemos el corazón dividido, con los hijos lejos, en otras tierras de oportunidades, y nosotros en el país de dramáticos y altisonantes contrastes, perdiendo cada día algo más de aquello que teníamos…

Nos debatimos entre el no querer dejar la tierra que tanto amamos, en la que nacimos y crecimos con tantas oportunidades, en la tierra que llego a ser el primer país de la América latina enrumbado al progreso, a las puertas del primer mundo, donde si trabajabas o estudiabas, florecías…te realizabas, pero que hoy es abatida por tanto maltrato y vejámenes, que en los últimos años insiste en expulsarnos..., haciendo que solo queramos marcharnos.


Y entonces, te preguntas: qué me llevaría,  más allá de la experiencia de los años?



Comienzas a sentir que  las ganas de volver a empezar no te acompañan, se encuentran opacadas por el miedo de la edad y  la soledad. Pero te das cuenta que  ya estas herido de muerte, que sientes que comienzas  a no ser ni de aquí ni de allá, a encontrarte en la encrucijada del  querer irte y del no querer. La encrucijada del aquí ya no vale la pena y del quizás allá sí pueda. Del sentirte ahogado en la tragedia que circunda y el querer respirar con libertad plena. Contradicciones que inquietan el alma, como un hormigueo constante y que filtra la mirada de todo lo que a tu alrededor acontece.



Comienzas a pensar como un paciente con enfermedad terminal: lo que me queda de vida  lo quiero vivir en la tragedia y la desdicha  o en armonía y paz? En la mediocridad y la escasez, o en el mundo de oportunidades y progreso?  



Comienzas a desprenderte de lo material que atesoraste por años, a preguntarte si puedes vivir sin esto y sin aquello…la vajilla regalo de bodas, tus colecciones de cajas de madera, tus copas, tus adornos, el chinchorro en la terraza…hasta del jardín que tanto te alegra el alma, el desprendimiento viene con preguntas: lo volveré a tener? qué jardín veré cada mañana; a devorar con los sentidos y atesorarlos en el  alma, aquellos momentos mágicos de estas tierras: las guacamayas que en bandadas pasan cada mañana mientras tomas tu café, las reuniones con amigos de siempre en tu casa, en torno a la mesa de delicias que has preparado con esmero para deleitarlos, los viajes de fin de semana a la Puerta, o los viajes en familia a las playas falconianas; el transitar con tu carro por las calles llenas de maracuchadas, los sonidos, los aromas, el aire perfumado de lago y manglar, el sonido del vaivén de las palmas y cocoteros, la chicha, el cepillado con leche condensada, las mandocas con ese queso palmita que chilla y te derrama de suero la boca. Y te haces  la pregunta: cuánto tiempo me queda? Como una sentencia de muerte, tiemblas, con la diferencia cruel de que aquí tú sí pones  la fecha.



Y por inercia entras en la fase de la desconexión emocional obligada, como aquel que se despide ante la inminente  llegada de la hora final. Comienzas a despedirte, y la primera señal es cuando te despides de las noticias, cuando dices “ya no más”, dejas de esperar la llegada del cambio anhelado para el país y ya solo piensas en el cambio particular para no morir como los cujíes tal cual la canción de Sombra en Los Médanos:



“…Los cujíes lloran de dolor

en mi vida mustia de esperar,

las caricias de un lejano amor,

que ha dejado mi peregrinar,

y en la ruta que marca el destino sobre las arenas

que esperan caminos dolorosamente

se alargan mis sombras sobre el medanal…”



El desmantelar toda una vida te absorbe con una voraz tiranía, te agota mentalmente, te clava espinas en el alma, y te alborota todos los recuerdos…cada caja que llenas, es un pedazo de ti que se queda en ella, material y emocionalmente hablando; encuentras una pequeñísima satisfacción en lo que regalas, sientes que esa persona elegida para ello, lo valorará tanto como tú y que a través de ese “algo” te recordara… cada caja es bendecida con las lágrimas de tu dolor, es un acto de desprendimiento, que solo encuentra consuelo pensando que si te mueres mañana igual ahí se queda…



Nacimos desnudos, y regresamos igual…, y a esta edad, tomamos más conciencia de ello,  debemos aligerar la carga, es cierto!! y cómo cuesta aprenderlo.



Difícil es aquello que no puedes dejar…, pero entonces te planteas que cuando ya en tu tierra no puedes respirar es hora de dejarla sin mirar atrás.



Será que ya empecé mi proceso? Ese, que desde mi interior grita y pide una fecha que temo marcar, y que disfrazo con frases, relatos y versos, y a veces, hasta  con profundos silencios?

Comentarios

Entradas populares de este blog

EL AMOR ES AZUL - PAUL MAURIAT

CIUDAD CALLADA

VENEZUELA ES QUE YA ME DEJAS SIN ALIENTO…