VESTIDA DE VERANO

Hice la maleta, para un viaje de ida y vuelta, con ropa de invierno.

Salí de mi casa sin despedirme, dejándola algo caótica consecuencia de los días acumulados sin electricidad; les dije a mis mascotas “ya vuelvo, pórtense bien”, sin embargo, dentro de mí no quería regresar a ese desastre continuado, a esa vida de desgaste impuesto, de imposibles cotidiano, de un cuesta arriba incesante; hice la maleta sabiendo que regresaría aún sin quererlo. Me tomaría este viaje como una pausa necesaria, una burbuja de oxígeno para respirar de nuevo, un oasis en medio del desierto para calmar mi sed de libertad así fuera momentánea, mi sed de normalidad, mis ansias de sentirme activa trabajando en mi sueño.

Cerré la puerta pensando en volver, no me despedí de mi jardín, ni de mis ventanales, mucho menos de amigos y vecinos...

Emprendimos el vuelo, sin saber si retornaríamos;  tardamos una semana en recuperarnos de tanto sinsabor acumulado, de tanta indignación tragada, de tanto maltrato atrapado en la piel. Fue toda una odisea salir, días de incertidumbre repotenciada, porque además de mal vivir, el estrés  producido por querer salir de aquel infierno y solo conseguir trabas fue abrumador…llegué a sentir miedo de quedar atrapada, lo que tanto había temido, parecía que ocurría. American Airlines, suspendió dos veces el vuelo y éramos 6 para abordar, entre cada suspensión transcurrían días llenos de esperanza y de duda al mismo tiempo, lo lograremos, viajaremos? la idea era salir del país por Maracaibo, la mejor opción para mi madre de 83 años, que no quería marcharse de Venezuela, de ese país que la recibió a los 17 años; al final fue imposible y con el temor de quedarnos sin opciones decidimos salir del país por Caracas, la temida y complicada ciudad de Caracas. 

Lograr coordinar vuelo nacional, internacional, hotel, en un país donde no hay normalidad resultó agotador, en medio de un segundo apagón de 62 horas y un tercer apagón en curso al momento de salir… con internet intermitente, sin servicio eléctrico, por ende sin agua, con pocos alimentos porque en el primer apagón de 109 horas perdimos casi todo…los nervios me pudieron, el miedo se instaló en mi cuerpo, al punto de ya no importarme nada si no salir corriendo, volando, navegando, a campo traviesa por las trochas a Colombia, como fuera, no importaba. 

El Lunes 25 cuadré los tres asuntos; toda esta espera entre lunes y sábado, con tan solo 24 horas de electricidad en el medio, con los hijos en España desesperados porque lográramos salir, esperándonos ansiosos. Los nervios a flor de piel,  sin poder dormir con temperaturas de 34 grados, sin brisa, con humedad, con miedo.

Para calmarme, me imaginaba a más de 30 mil pies de altura, sobre el Atlántico, me veía en ese momento alejándome de tanta mierda para respirar de nuevo, sin saber si era para siempre, sin importarme lo que dejaba, solo mis mascotas.

El descuento se hizo eterno, martes, miércoles, jueves, los días pesaron como ancla de un buque  tanquero, sintiendo que todo se quedaba tirado con tanto desastre acumulado entre febrero y marzo. 

Cerré la maleta a las 6 de la mañana del sábado 30. Llegamos a Maiquetía y de allí al hotel, a escondernos literalmente, igual de feo, igual de desolado y maltratado el paisaje urbano, solo el Mar Caribe seguía allí, hermoso, inmenso, azul esmeralda, vigilado por las  montañas del Litoral caraqueño, el resto parecido a Macondo. 

Quería que amaneciera, que el sol despertara más temprano para salir cuanto antes  al Aeropuerto, que en un abrir y cerrar de ojos ya estuviera abrochándome el cinturón del segundo vuelo, el más importante, el más difícil de lograr. Cuando llegamos al Simón Bolívar a las 9:30 am., quedamos asombrados, no había por donde caminar, jamás había visto el aeropuerto con tanto tumulto, parecía impenetrable aquella masa humana, me abrumé, sentí ganas de llorar, la palabra éxodo se incrusto en mi corazón, familias enteras, como nosotros…me fui abriendo paso, con maletas en mano, uno detrás de otro, mi mama callada caminando como podía, yo preguntando  -Air France? Aquello no se entendía, la planta eléctrica del terminal solo para servicios mínimos,  camine entre la multitud hasta que me encontré la barrera de la Guardia Nacional:

- Air France por favor? 
-Póngase allá, en la cola debajo de la escalera

Y allí quedamos, con solo 20 personas por delante. El vuelo estaba pautado para las 5:25 pm…seria larga la espera más aun en esas condiciones: con calor, sin luz. Debido a la eventualidad el counter de Air France comenzó el check in a las 11:30 am. Como todo el proceso seria manual, estaban sin sistema, las cintas de las maletas no funcionan, los bording debería ser llenados a mano, el proceso por pasajero se extendía, las maletas sin pesar, los protocolos todos rotos. Finalmente, llego el ansiado momento en que el avión logro levantar vuelo con dos horas de retraso, yo no podía creerlo, mi mama seguía en silencio,  preguntando si volveríamos, estaba triste por dejar Venezuela, esa tierra que tanto ama, yo solo le decía:

- ese país mamá, vive solo en tu corazón, dejó de existir...

Llegamos a Paris, tuvimos una escala de 8 horas, pero ya no importaba, estábamos en medio de la civilización, la barbarie había quedado atrás; a Barcelona a las 7 pm del día lunes...

Hoy salí a caminar por la orilla del Mediterráneo, sin poder creérmelo aun, el paisaje me atrapa, la brisa, el cielo azul, el velero en el horizonte coqueteando con las olas, la paloma color arena, solitaria como yo, me observa o quizás espera algo más de mí,  pero mis manos aún están vacías, no así mi corazón que siente que de nuevo palpita. Han pasado 3 meses, decidí quedarme, quisiera regresar, buscar mis mascotas, dejar la casa sin recuerdos, despedirme de mis amigos, cerrar capitulo,  pero el miedo me puede todavía; ahora respiro serenidad, mi corazón palpita emocionado, mi alma esta de verano.

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